Tras días de sacrificio en las gélidas montañas de los Altos, los Floreros de Chiapa de Corzo regresaron triunfantes a la Iglesia de Santo Domingo. Entre el aroma a bosque y el cansancio físico, los devotos —desde niños de 4 años hasta ancianos— cargaron pesados tercios de Niluyarilo, una flor simbólica que solo brota en diciembre.
Magdalena Gómez y Natividad Escobar destacaron el orgullo de sobrevivir a heladas extremas por fe. La labor culmina con la creación de la “casita” del Niño Dios, un pesebre artesanal que requiere hasta seis horas de trabajo. Para los participantes, el dolor de pies se olvida ante la satisfacción de mantener viva una identidad que define a Chiapas.
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