En la Antártida, las Blood Falls o Cataratas de Sangre fascinan por su intenso color rojo que tiñe el hielo del glaciar Taylor. Este fenómeno no es sangre, sino agua subterránea atrapada por más de un millón y medio de años, rica en hierro que se oxida al contacto con el aire. En este ecosistema extremo sobreviven microorganismos sin luz ni oxígeno.

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