En Chiapas, la temporada de diciembre y enero tiene un sabor inconfundible: es época de rezos, de “nacidas” y de hojuelas. Este postre dorado, crujiente y dulce es mucho más que una delicia gastronómica en Ocozocoautla; es una herencia sagrada conocida por los locales como “el pañalito del Niño Dios”. Entre aromas a leña y jornadas de madrugada, cocineras tradicionales como doña Amparo de la Cruz mantienen viva una receta que exige paciencia y devoción para lograr esa textura perfecta que se deshace en la boca, uniendo a las familias en un dulce abrazo de tradición.
Jorge David Pérez.
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