Mientras Ocozocoautla aún duerme bajo el frío de la madrugada, el silencio de las calles se rompe únicamente con el golpe rítmico de la masa contra la mesa. Son las 4:00 de la mañana y, lejos de la industrialización, comienza el ritual del pan coiteco. Aquí no hay máquinas ni procesos en serie; solo brazos fuertes, desvelo y la calidez de un horno de barro alimentado con leña. Esta es la historia de familias enteras que, generación tras generación, amasan una herencia culinaria con amor y esfuerzo para que el pueblo despierte con el sabor de la tradición en su mesa.
Jorge David Pérez.
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