En una pequeña comunidad de Felipe Carrillo Puerto, Quintana Roo, las manos artesanas han trascendido la tradición para convertirse en guardianes de la identidad maya. Durante años, esta labor, centrada en técnicas ancestrales de bordado como el punto de cruz, fue un reducto femenino. Hoy, el legado cultural evoluciona: hombres de todas las edades se han sumado a las mujeres, bordando con esmero prendas de vestir que se han convertido en un símbolo de orgullo e inspiración regional, con piezas que tardan de dos a tres meses en completarse. Este colectivo demuestra que la herencia maya es un patrimonio vivo que se teje día a día.
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